24/08/2023
Publicado en
The Conversation
Carolina Santamaría Elola |
Investigadora del Instituto de Biodiversidad y Medioambiente y profesora de la Facultad de Ciencias, Universidad de Navarra
Estos días se está celebrando la Semana Mundial del Agua, un evento organizado por el Instituto Internacional del Agua de Estocolmo (SIWI, por sus siglas en inglés), que este año trata sobre “Semillas del cambio: soluciones innovadoras para un mundo sabio en el uso del agua”.
Durante esta conferencia se han debatido cuestiones relacionadas con la utilidad del agua como una herramienta poderosa para hacer frente a muchos de los problemas que están afectando al planeta como el cambio climático, el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad o la pobreza, entre otros. Los debates han tomado como punto de partida la información científica publicada hasta el momento, el conocimiento de las poblaciones indígenas y las experiencias relacionadas con la gestión del agua, desarrolladas en distintos lugares del planeta.
La institución organizadora de esta conferencia ha galardonado este año al profesor Andrea Rinaldo (Universidad de Padua) con el Premio del Agua de Estocolmo, considerado el Premio Nobel del agua, por su contribución en el área de la hidrología a la comprensión del funcionamiento de las redes fluviales y la propagación de las sustancias disueltas en agua, las especies acuáticas y las enfermedades.
Calor, sequías e incendios
El evento tiene lugar durante un verano en el que se han batido varios récords preocupantes, como la temperatura media ambiente alcanzada durante el mes de julio, 0,24 ℃ más cálido que cualquier otro mes de julio del registro de la NASA, o la temperatura media alcanzada por el agua de los océanos, 20,96 ℃, el valor más alto obtenido desde que se registran estos datos.
Esta información ha circulado por los medios de comunicación junto a otras noticias en las que se daba cuenta de la sequía que afecta a España (el 40 % del país está en alerta o en emergencia por falta de agua); los incendios que están asolando Canadá (uno de los países más fríos del planeta que sufre una ola de calor inaudita desde que hay registros); el avance imparable del mar en países como Bangladés, Tailandia o Vietnam; y la sobreexplotación de acuíferos en España.
El impacto de todos estos eventos extremos en la disponibilidad de agua es importante, ya que provocan los siguientes efectos:
-
El agua disponible se hace más escasa, como ocurre en el caso de las sequías, los incendios y la sobreexplotación de acuíferos.
-
El ciclo del agua cambia como consecuencia de los efectos del cambio climático y, por lo tanto, es más difícil predecir los periodos de precipitación, inundaciones o sequía.
-
El agua potable se contamina como consecuencia de las inundaciones y la subida del nivel del mar.
El peor de los escenarios aparecerá cuando estos tres efectos ocurran simultáneamente, ya que amenazarán el desarrollo sostenible de las poblaciones, la biodiversidad de la zona afectada y el acceso de la población al agua potable y a las condiciones de saneamiento e higiene necesarias para evitar la propagación de enfermedades relacionadas con las malas condiciones del agua.
No debemos olvidar que solo el 3 % del agua del planeta es dulce y que, de esta cantidad, solo un tercio es accesible. El resto se encuentra en forma de hielo en los polos y glaciares, o como aguas subterráneas situadas a grandes profundidades.
Hacia un consumo de agua sostenible
La gestión sostenible del agua es un proceso extremadamente complejo y multidisciplinario. Involucra aspectos tecnológicos, medioambientales, económicos, paisajísticos, estéticos, sociales y culturales para facilitar el acceso al agua a toda la población actual sin comprometer su disponibilidad para las generaciones futuras.
La agricultura y los procesos industriales son los sectores que más agua consumen (un 70 y 20 % del total respectivamente) mientras que el 10 % restante es consumido en nuestros hogares. Por otra parte, se calcula que el 80 % del agua utilizada que, por tanto se convierte en agua residual, no recibe ningún tipo de tratamiento. Esto provoca que un 85 % de las enfermedades de los países en desarrollo sean debidas a la mala calidad del agua que consumen.
Para alcanzar un futuro sostenible en la gestión del agua será necesario fomentar una cultura de uso responsable del agua en todos los ámbitos: agrícola, industrial y doméstico.
Este uso responsable del agua implica la implantación de procesos agrícolas más eficientes en cuanto al consumo de este recurso y la adaptación de los cultivos a las características hídricas de la zona.
Los procesos industriales también deberán modificarse e incluir las tecnologías que permitan disminuir la cantidad de agua y energía consumidas, y minimizar la generación de agua contaminada.
El consumo doméstico de agua igualmente debe adaptarse a las condiciones actuales, modificando, por ejemplo, nuestros hábitos alimentarios (consumo de alimentos que requieran menos agua para su producción) y reduciendo la cantidad de agua empleada en todas las actividades domésticas.
El desarrollo e implantación de un marco normativo eficiente que contemple una adecuada planificación hídrica, energética, agraria y urbanística, es imprescindible para poder regular los usos de agua.
Mientras esto ocurre, debemos reflexionar sobre cómo podemos contribuir, individualmente, a preservar este bien irreemplazable que es el agua.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.